Vodka con naranja…

La bolsa era vieja, de estas que ya llevan un buen trajín sobre ellas. Sobresalía una botella de vodka barato y jugo de naranja. Tenía barba de varios días, caminar cojo y un tic en los ojos que le hacía más repelente.

– Míralo, mira como el macho paloma hace el baile de aparejamiento- Dijo molesto al aire mientras imitaba con su cuerpo los extraños movimientos del ave.

Es lo que tiene la rutina diaria, no es que los locos de Barcelona me busquen. Yo los busco a ellos.

Cada año se duplica el número de palomas que se cagarán en tu moto, en tu bici, en tu coche o, maldita sea la hora, en ti mismo– Grita con desesperación, mirando al cielo como esperando una plaga bíblica consecuente con la navidad que borre de un plumazo todas las palomas que inundan la plaza.

Ese aumento puede ser molesto pero supongo debe ser la evolución natural de la especie-  le refuto yo, de puro entrometido y siendo consecuente con mi extraño interés por hablar con los locos o desequilibrados que me suelo encontrar por las calles día si y día también y que supongo viene de la necesidad de reafirmarme como cuerdo.

–  De evolución nada, el 99% de las aves se aparean una vez al año, sólo estás, las ratas del aire, son las que les da por tocar los huevos y aparecer en manada- Dice con aire de suficiencia y estudiados movimientos de profesor mientras empina un largo trago del vodka de marca desconocida.

El semáforo sigue en rojo, me ofrece un trago, le miro a la cara y caigo en cuenta en su acento extranjero, seguramente atrás hay una historia por contar. Su mano alargada con el trago espera mi aprobación.

El semáforo se pone en verde. Camino adelante.

– Gracias no bebo- Le digo para zafarmelo y sigo caminando derecho mientras una paloma se caga en mi cabeza.

Ya iban varios días que no me tropezaba a BarceloCa.

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