Un día cualquiera…

Luces, cámara, acción, vuelve la burra al trigo… un nuevo día acaba de comenzar.

Es una de esas mañanas cualquieras, en una calle cualquiera, en Barranquilla, Colombia, Suramérica, la tierra, el sistema solar.

Pasa el del periódico y grita El Heraldo, El Heraldo, mientras chifla de una manera particular, el abanico no para de moverse mientras por la ventana entra la famosa brisa decembrina y en la radio se oye aquí suenaaaaa… En la cocina suena una licuadora, en la sala se cae una foto que dice “all you need is…” que adorna la pared como una especie de homenaje a 12 mil km y en el último cuarto, algo, alguien, ronca, profundo mientras sueña, decide, sopesa, si se queda con la rubia o con la morena.

En el 3er piso se oye un grito, la puerta no deja ver si es resultado de un polvo mañanero o de una tristeza cotidiana. El portero saluda, se despide con gran deferencia, ¿será real o fingido su no solicitado servilismo? Ni manera de saberlo. La calle es una selva de cemento, la ciudad nos vuelve salvajes.

El taxista se ríe en cada semáforo, los chistes están a flor de piel y escuchar la radio local tan plena de humor barato y popular lo hace menos complicado aun.

Empieza la vida real y la virtual al mismo tiempo. Desconectas la alarma, te sientas frente al computador y empiezas a digitar: informes, correos, frases de 140 caracteres, saludos, despedidas, ideas, proyectos, clases, el día se convierte en una espiral de letras y palabras que de una forma u otra nos hacen quienes somos.

El día pasa en una mezcla de afanes y lentitudes, te encuentras egos y te tropiezas grandezas, se estrellan ideales y se joden necios sin criterio, no es la idea, todo debe fluir, la vida no es complicada los complicados somos los seres humanos.

Se acaba el día, caminar por las calles nocturnas de una ciudad cualquiera, de un país cualquiera, con unos grillos cualquiera a nuestro lado suele ser una experiencia simple, cercana y sin ningún color ni sabor, es unir pasos hasta llegar de vuelta y vuelta, aterrizas, alunizas en tu luna, en tu satélite personal y ahí termina todo.

Hacemos tantas cosas iguales cada día, tantas rutinas repetidas que al final un dia cualquiera se parece a otro día cualquiera, sin importar forma ni fondo sin importar nada de nada. Afortunadamente cambiar cualquier mínimo detalle de esta narración diaria es contar una nueva historia y es lo que trato de hacer cada día.

Es simple, es mínimo, es lo que ocurre un día cualquiera, en una mente cualquiera, de una persona cualquiera…

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